Friday, December 22, 2006

Las Cucas

Ellas son las dueñas de la noche, de los suelos; trepan las paredes y resquicios. Cristales oscuros de brillo nervioso que se escabuyen incluso a las alucinaciones. Buscando una rendija en los oídos se abigarran al cerebro y te lo comen por millones de años, en los sueños, en las noches.
Con veneno Raid, domínalas, acaba con ellas. Pero en lo más siniestro del fin del mundo perdurarán como el último eco rastrero de la humanidad.

Ya no soy tan mala

En la cárcel del olvido se queda de repente la
muñeca lasciva de la infancia, desnuda, con el esperpento de su cabellera y con
su mirada de autista sobre las barras frías, o sobre la estática insomne del
televisor. Dejé de jugar a las muñecas desde los doce años –una edad bastante
cruel.
Ya no soy tan mala, me he redimido como una
diosa profana que naufraga de felicidades arcaicas a ruindades
contemporáneas.
Tirada al sol de las tres de la
tarde ya no soy tan mala. Me dejo diseminar en las partículas solares, sobre la
tierra caliente, bajo el efecto hipnótico de las secas lamidas del aire. Sobre
la tierra caliente en que jugaba canicas, sobre la tierra caliente en que caí
desflorada de la bicicleta.
La muñeca lasciva de la
diosa-niña a veces se asoma, y saca su manita frágil pidiendo compañía.